No basta con tener una sólida formación profesional, se necesitan capacidades que permitan dirigir y manejar a personas y organizaciones.
Por Carlos Gil - 09/02/2018

Carlos Gil | Opinión | Campus Hidalgo

Una economía emergente, como la nuestra, requiere integrar cada vez más personas en la sociedad y economía de conocimiento. Los retos no solo están en tener una sólida formación profesional (pensamiento sistémico y abstracto, manejo del razonamiento matemático y verbal) sino en capacidades que permitan dirigir y manejar a personas y organizaciones.

Entre las tendencias más relevantes de transformación en el trabajo se encuentran las que buscan que el profesionista combine competencias y habilidades “duras” con “blandas”.

Las competencias blandas son aquellas que complementan la formación académica: como el liderazgo, la dirección, la gestión, la comunicación efectiva, la negociación, o la inteligencia emocional. Este tipo de habilidades se han hecho muy importantes en las ingenierías, donde ahora se busca que el egresado sea capaz de aplicarlas en beneficio de las organizaciones y las personas.

Combinar este tipo de competencias permite al(la) ingeniero(a) contar con una serie de beneficios prácticos: primero, en los procesos de cambio e incertidumbre que viven la gran mayoría de las organizaciones, se puede tener equipos de trabajo capaces de entender y gestionar el cambio de forma más asertiva. Segundo, permite una mejor dirección de equipos de trabajo multipropósito u orientados a proyectos, como son el talento de los nuevos profesionistas milenial. Tercero, permite que las organizaciones estén más orientadas al trabajo en equipo, mejorar los procesos y orientarla siempre hacia ciclos de mejora continua cuidando a las personas, el entorno y los usuarios.

Sin embargo, el mayor impacto se encuentra en que el egresado de una ingeniería que es capaz de explotar su talento tanto en áreas duras y blandas, es un profesionista con recursos para integrarse en cualquier tipo de organización, con visión para entender los grandes procesos de transformación y con elementos que le permiten mejorar el estado de las cosas.

Finalmente, las Instituciones de Educación Superior tienen una gran responsabilidad en la búsqueda de ofertar programas académicos capaces de dar respuesta a estas necesidades de futuro.

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