Si tu ideal es hacerte de un nombre o de dinero, el siguiente texto te hará cambiar de opinión y, en verdad, lo vas a agradecer.
Por Guille Ortiz | campus Santa Fe - 03/07/2019

Casi todo egresado universitario tiene la misma última pregunta: cuál es la llave maestra o receta secreta para triunfar en la carrera que se está a punto de profesar de por vida (o gran parte de la misma).

Pero la pregunta final, al menos para todo estudiante de Derecho en México, debería ser en qué clase de abogado, juez o actor político se convertirá: en uno que ejerza para los clientes o el enriquecimiento personal, o uno que se entienda como agente responsable del cambio social y de manutención crítica frente al Estado de Derecho.

Esta fue una de las reflexiones del panel Las facultades de Derecho como agentes para garantizar el acceso a la justicia y el Estado de Derecho, durante el seminario Estado de Derecho ¿en México? que se realizó en abril pasado en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey campus Santa Fe, en colaboración con la Universidad Notre Dame.

Josefina Cortés, directora de Departamento Regional de Derecho; José Antonio Lozano, de la Universidad Panamericana; Jorge Arturo Cerdio, del Instituto Tecnológico Autónomo de México, y Pablo González-Domínguez, de la Universidad de Notre Dame, enlistaron cualidades, requerimientos e ideales que las facultades de Derecho y sus profesores deberían fomentar en los estudiantes para la futura profesión legal.

Lo que se necesita o deberían exigir los estudiantes para convertirse en los mejores abogados:

  • La enseñanza clínica robusta: ir más allá de la práctica y habilidades técnicas adquiridas en el salón de clases, y cultivar principios del recto actuar profesional desde el inicio de la carrera. En los últimos semestres, debería ser obligatorio para los estudiantes pasar por áreas de prácticas en donde uno de los ejes rectores sea el deber verse como facilitadores del acceso a la justicia.
  • Microclima institucional dentro de las escuelas de derecho: que la autogestión interna de reglas y procedimientos ilustren al estudiantado acerca de cómo hay un valor en la aplicación de estas normas frente a negociaciones individuales o posibles corruptelas.
  • El fin perseguido de la enseñanza jurídica: las reformas en los planes de estudio deben ir más allá de qué o a quiénes se va enseñar, o cómo reorientar la currícula, o si debe haber más o menos semestres. No debe ser educación a pedido, sino fomentar desde el plan de estudios que el derecho es una herramienta de administración social.
  • El valor de la cultura de la legalidad. Si se quiere formar generaciones en la convicción y en la obediencia en el derecho, vale preguntarse qué disciplinas sumar o requieren una reorientación desde una perspectiva de efectividad, integral y utilitaria en el derecho.
  • Preparar a los alumnos como los mejores intérpretes posibles de la norma. El derecho no se puede entender desde una perspectiva unidimensional; la disciplina se construye desde los mejores argumentos de textura abierta.
  • Exposición ante la realidad social que están viviendo. “No podemos formar alumnos que sean ignorantes de su realidad social”, dijo Cortés. Para evitarlo, debe nutrirse el juicio jurídico crítico a través de información necesaria oportuna de la realidad que tienen enfrente como la desigualdad o la marginación. “Estudiar sus problemas”, agregó González-Domínguez.
  • Participar en realidades significativas: enseñanza del método de casos en un modelo transversal en materia de derechos humanos, que los casos a analizar en el aula sean concretos y reales para orientar al estudiante a interactuar en procesos legales.
  • Enseñar las reglas sustantivas y procesales del sistema jurídico mexicano: cómo es el acceso al derecho a la justicia y al sistema de impartición de la misma, aprender el contenido de las reglas y principios, entender el contenidos y los valores y, especialmente, cómo convertirse en intérpretes para la defensa de los derechos humanos. 
  • Rescatar la cultura y el respeto a las instituciones: se debe acabar con la desertificación cultural. La interacción en redes sociales facilita la crítica y el golpeo a las instituciones, pero la gente olvida también que para hablar de derechos humanos, además de personas, se crearon instituciones que los defienden. Ya no se trata de simples tuits, un mensaje malintencionado vulnera la salud mental del receptor.  

¿Estás de acuerdo con estos puntos? ¿Qué faltarían?

Si quieres revivir la ponencia íntegra, puedes entrar a la página de Facebook de la Escuela de Ciencias Sociales y Gobierno del Tecnológico de Monterrey, que ayudó a la organización de este seminario.

 

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